Durante días se le ve correteando por Igualero, entonces, con la ayuda de un señor en cuya finca el perro vagaba y comía, se pone una trampa para perros, con la esperanza de cogerlo. Y cae al segundo día. Subimos a recogerlo, y así descubrimos que la mancha, en realidad tiene una carita preciosa.
Pero seguimos esperando. En la espera Sheridan, como le bautizamos (en honor al conocido licor bicolor) ha aprendido a disfrutar de la compañía de perros y humanos, a jugar, ahora conoce la comodidad de una cama, se ha vuelto muy cariñoso, ladra como loco de alegría cuando juegan con él, es nervio puro... Pero aun así, nadie ha decidido que vale la pena que tenga un hogar definitivo en el que aprenda lo que es hacerse viejito sin miedo, a no mojarse con la lluvia y no tener frío nunca más... ¿Por qué no tú?
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