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viernes, 26 de agosto de 2016

Palmita

          Hablar de Palmita es hablar de injusticia, de crueldad, de sufrimiento... pero también de lucha, de ganas de vivir y de superación.

          El 24 de mayo de 2014, un turista encuentra a Palmita casi muerta en la carretera cerca de las Rosas y contacta con PRO ANIMAL GOMERA. El veterinario que la atiende en urgencias realiza el siguiente diagnostico: 5.5 kg, Caquexia severa (extrema desnutrición), infestación de pulgas y gusanos nematodos, anemia severa, abdomen péndulo por Piometra cerrada (infección de útero con acumulación de secreciones), constipación e insuficiencia cardíaca con ascitis y edema pulmonar; ciega por uveítis y cataratas, nistagmo (movimiento involuntario e incontrolable de los ojos), las 3 P de Diabetes mellitus: Pd/Pf/Pu; de Pronóstico muy grave.





          Esa misma noche, Palmita ha de ser operada a vida o muerte y ante la gravedad de su estado, decido hacer público su caso en el Facebook de la protectora y bautizarla en el instante. Sé que es improbable que sobreviva pero no quiero que muera como hasta ahora ha vivido: sin nombre, olvidada e ignorada.


Palmita tras la operación

          Pero Palmita es una luchadora, está decidida a vivir, a amar y ser amada...



Palmita un mes después de ser rescatada
          Sobrevive y lucha como una campeona y, una vez controlada la diabetes, tras 2 meses ingresada, se viene a mi casa. En principio de acogida... Aun flaca, asustada y desorientada pero con una ternura muy especial capaz de conquistar el corazón de cualquiera.



          De esto hace 2 años y hoy Palmita es parte de mi familia. Nunca se ha ido y nunca se irá.



          No sé qué edad tiene, seguramente más de 10 o 12 años, no sé cuanto tiempo vivirá, pero da igual. ELLA ES FELIZ, lo demuestra cada día, y yo, con solo mirarla, también me siento feliz.

          Pasea en el barranco, en coche, ha vuelto a ver de un ojo y... ¡Le encanta la cama! Pesa 11 kg y quizás esté un poco gorda... pero... Es mi niña bonita y todo el cariño que le doy, ella me lo devuelve multiplicado por 2.

          Palmita es un ejemplo y esperanza para todos, la prueba de que, con amor y ganas de vivir, no hay sufrimiento que no se supere.



Por: Dominique Lecroc Gabillard

miércoles, 24 de agosto de 2016

Gomera

          A lo largo de la historia, hemos juzgado a otros desde la ignorancia, basándonos en nuestras diferencias. Nos parece que lo distinto es malo, que los que no son como nosotros nos harán daño, en vez de presuponer que distinto no es perjudicial.

          Lejos de aprender de nuestros errores, hoy en día seguimos dejándonos llevar por las percepciones que nos da lo que nos rodea, y muy a menudo nuestros prejuicios nos llevan a error.

          Víctima de esos prejuicios fue Gomera. Es natural que al oír la palabra "peligroso" asociada a la descripción de algo, enseguida nuestras alarmas salten, y nos sintamos desconfiados. Es por ello, que quiero aclarar que cuando nos referimos a un Perro Potencialmente Peligroso (PPP) o las llamadas Razas Peligrosas, no se hace referencia a que sean especialmente agresivos o, como se dice por ahí, "se les acaba cruzando el cable". Un PPP es un perro que de atacar, causaría un daño considerable, o incluso la muerte, debido a su anatomía y fuerza física. Dicho esto, procedo a contar la historia de Gomera.

          La primera vez que tuve noticias de ella fue hace años, a través de Facebook. Proanimal compartía las condiciones en las que se encontraba, vivía encadenada en Chipude, en un solar lleno de barro, cachivaches rotos y porquería. Tenía bultos en una pata trasera y estaba extremadamente delgada... Me dolió verla, se veía seria, apagada, triste. Daba hasta miedo. Pensé que era arriesgado meter un perro con sus características en cualquier casa, no se sabía que carácter tenía, si era agresiva, si congeniaba con niños... Incluso a mí se me encendió la alarma de "Peligroso", aun habiendo tenido un Pitbull yo misma  hacía años.


          Gomera fue rescatada de ese solar, y trasladada a Tenerife, a un hotel canino con un adiestrador. Allí, al parecer, Gomera atacaba a otros animales y su sociabilización parecía imposible. Pasó dos largos años allí, en su jaula, sin relacionarse con otros perros, saliendo solo a pocos metros de su habitáculo para hacer sus necesidades.

          Suponía un gasto mensual considerable para la protectora de animales que se hace cargo de ella, le habían salvado la vida, la habían sacado de un lugar en el que estaba en pésimas condiciones... ¿Y ahora qué? ¿Qué sería de ella?

          Quiero que sepáis que es muy duro para cualquier persona que quiera a los animales y haga de tripas corazón para darles una vida mejor, ver que quizás no pueda hacer nada más por uno de ellos, solo la palabra "Eutanasia" te revuelve las tripas y te eriza los pelos. Pero las descripciones y los nulos avances de Gomera hacían que la posibilidad de dormirla nublara su futuro. Es aquí donde entro yo en esta historia (Una de muchas, mientras pueda).

          Yo no me había planteado traerla ni mucho menos, fue mi novio quién dijo "Quiero darle una oportunidad". Él ya tiene dos perros, también rescatados, uno de ellos también considerado PPP. Teniendo en cuenta que yo no quería que la sacrificaran y que confío en él, accedí. Nos pusimos en contacto con la protectora y en pocos días Gomera estaba en casa.

          Al llegar estaba hiperactiva, como es normal, olfateaba todo, incluso se hizo pis en el pie del sillón dos veces, olía fatal y no paraba quieta. Se intentó comer a si misma en el espejo y yo, por supuesto, me acojoné. Pero Sergio no, él estaba convencido de que podía salvarla, de que solo necesitaba educación, que le marcaran unas pautas, sentirse segura y amor. Esa noche recibió su primer baño en casa y pasó su primera noche de sueño en un colchón blandito y en compañía humana.

          Al día siguiente, cuando la sacamos a su primer paseo, nos encontramos con otros dos perros, un Labrador y un Bulldog Francés. Yo temblaba, Sergio la llevaba atada, la acercó, le hizo olerles el trasero y... nada. No hizo nada. Se la veía nerviosa y expectante, pero nada de agresividad, ni gruñidos, ni intentos de ello. ¡No me lo podía creer!

          Los días han ido pasando, Gomera lleva con nosotros desde el 11/08, y no sólo no ataca perros, sino que tampoco intenta atacar gatos ni perseguirlos. He descubierto muchas cosas suyas, como que le encanta dar besos (sus horas se dividen en dar cariño y recibirlo), adora dormir en mi cama cuando no la miro, no sabe caminar con correa porque va pendiente al mundo y no al camino, es despistada y tontorrona, se cree que todo el que se cruza tiene que acariciarla, piensa que su tamaño es el de un chiguagua y que no pasa nada si se me echa encima o se choca conmigo, le gusta jugar saltando y parece que está sorda... Cada día me doy cuenta de algo nuevo suyo, pero de lo primero que me di cuenta es que ser PPP es algo que simplemente no está en su sistema. Para mí no es un pitbull mestizo de 7 años sin casi relación con otros animales, para mi es Mera, un cachorro de 7 años que en dos días aprendió a jugar, y que jamás volverá a estar sola o en una jaula. Ahora es un bicho feliz.