A pesar de tener solo 2 años, tus orejas eran dos llagas sangrientas que rascabas sin cesar. El dolor debía ser inmenso y la recuperación más que improbable. La veterinaria me llamó y me preguntó qué hacía contigo. Intentar curarte suponía un gran sacrificio, ya que eras muy salvaje y, sobretodo, el estado de tus orejas no era muy esperanzador, debido a que lo que vulgarmente llamamos "cáncer de piel" (en gatos) estaba muy extendido.
De repente, tu vida estaba en mis manos. Yo tenía que decidir, y por supuesto, no fui capaz de quitarte el derecho a vivir sin antes intentar salvarte.
Fueron 2 meses de ingreso en clínica, de mucha medicación y, sobre todo, mucha dedicación por parte de los veterinarios. A pesar de la incomodidad, del dolor y de la jaula, fuiste capaz de aprender a querer y te volviste un gatito cariñoso, dulce y tierno. Pero, a pesar de horas y horas de esfuerzo, tus orejas no mejoraban y tuvimos que replantearnos una vez más si no era ya hora de dejarte marchar.
Busqué en internet un remedio mágico y por primera vez oí hablar de la Kalanchoe. Según los testimonios, funcionaba. Así que... ¿Por qué no intentarlo? No había nada que perder.
Conseguí la planta y empecé a aplicarte una pomada casera. No me atrevía a comentar nada... ¿Estaría yo loca? ¿Era mi imaginación o deseo tan fuerte de verte mejorar? No, ¡¡¡Era verdad!!! ¡¡¡Ibas mejorando!!! Día tras día, tus llagas se hacían más pequeñas, hasta que desaparecieron del todo. Aún me cuesta creerlo.
No sé si de verdad fue la Kalanchoe, tus ganas de vivir, o tu agradecimiento por no dejarte morir. Nunca sabremos a lo que se debe este milagro, pero no importa, porque aquí estás, mi Albin, precioso gatito blanco, totalmente recuperado, cariñoso, dulce y, sobre todo... FELIZ.
Por: Dominique Lecroc Gabillard.