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viernes, 18 de agosto de 2017

Patxi, esperando su Final Feliz

     Las Toscas es un lugar apartado que, curiosamente, está al borde de la carretera y por el que pasan gran cantidad de coches durante el día. Por la zona, hay una carretera antigua cerrada al tráfico, convertida en área de entrenamiento de perros de cacería. Fue allí donde un cazador vió a un perro asustadizo con varias heridas, al que no se pudo acercar.


     Tal y como nos informó, no parecía desnutrido pero si se veía algo demacrado. Fuimos esa misma tarde a buscarlo, sin rastro de él. Hablamos con los vecinos de la zona, nadie lo conocía. Avisarían si aparecía, pero no sería el primer perro que "desaparece" tras ser visto abandonado en la zona. Con el corazón en un puño, nos volvimos a casa, con la esperanza de que alguien volviera a verlo y consiguiera cogerlo.

     Y, por suerte, así fue. Una de las vecinas nos llamó, lo había agarrado, pero debíamos recogerlo esa tarde. El veterinario le hizo un chequeo, sin chip, como la mayoría, dentadura en muy mal estado y algunas heridas sin importancia en el cuerpo. Está en buen estado de salud, pero nadie lo reclama ni lo conoce. Tiene, aproximadamente, cuatro años pero, al parecer, acaba de aparecer de la nada.



     En cuanto lo vimos, supimos que sería complicado encontrarle una familia, Patxi es cruce de PPP (Perro Potencialmente Peligroso), tiene una cara adorable, y pese a ser tímido y esconderse de los extraños, es juguetón y efusivamente mimoso una vez que entra en confianza. Adora que lo bañen y le tiren la pelota, correr con los otros perros y que le hagan caso. Sin embargo, es un perro al que no le gusta que los perros de su alrededor se sobreexciten, si un perro se altera, él intentará que se relaje dominándolo, cosa a la que ciertos perros no responden bien, juega con nuestros perros todos los días, pero hay que tener paciencia y darle cariño, necesita que le "presenten" al perro primero.




     Por desgracia para Patxi, la prueba de filaria (Gusano del corazón) dio positivo, por lo que está siendo sometido a un tratamiento para recuperarse y poder vivir sus próximos años como un bicho feliz, entre gente que le quiera y le dé el amor y el tiempo que otros han decidido que no merece.


     Él es feliz ahora, está a salvo, no le falta comida ni techo, pero vive con otros perros en las jaulas, perros que ha visto entrar y salir, mientras él permanece allí, esperando. La alegría que muestra al vernos llegar a las jaulas, hace que me duela el corazón, pensando en lo feliz que son nuestros perros en casa, compartiendo la mayoría de nuestras horas, y en lo injusto que es que él tenga que conformarse con el poco tiempo que podemos dedicarle, en vez de tener una casa que pueda llamar propia, alguien que lo lleve de caminata, que le enseñe lo que es jugar en la arena de la playa, que lo lleve a pasear por ahí... Porque por mucho cariño y afecto que le mostremos nosotros, nunca será comparable a una familia propia de la que se sienta parte.

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